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miércoles, 17 de febrero de 2010

¡Orgullosos y agradecidos!

El día de hoy se produjo un hito histórico en nuestro país: una petición transmitida por medio de Twitter fue elevada en el Consejo de Gobierno al Presidente de la República. Como lo esperábamos quienes lo hicimos, don Oscar acogió positivamente nuestra solicitud, la de enviar oportunamente a la Asamblea Legislativa el proyecto de Ley de Sociedades de Convivencia (expediente 16390) en el actual período de sesiones extraordinarias.

Esta rápida entrada es para compartir con ustedes el orgullo que sentimos quienes estuvimos involucrados en lo que pasó hoy en la mañana. No solo porque el proyecto es justo y debe ser aprobado, sino además porque de pronto el Twitter para nosotros -ya sospechábamos que esto era más que una forma de entretenimiento-, se convirtió en un instrumento más para hacer nuestro trabajo. Finalizado el Consejo de Gobierno María Luisa, Leo, María Elena y yo (Marco no estaba físicamente, pero ya había manifestado su apoyo... ¡por medio de Twitter!) nos quedamos comentando, con un muy poco disimulado orgullo y no sin cierta condescendencia con nuestros colegas con "carencias digitales" (es un broma, por supuesto), acerca de las implicaciones que puede tener una cosa como esta. No llegamos a ninguna conclusión, sospecho yo porque estábamos más entusiasmados por el hecho que con la disposición para hacer una reflexión profunda sobre un tema de tantas aristas.

Pero por supuesto lo más satisfactorio es haber impulsado una iniciativa en la que todos creemos firmemente. Y si no se nos hubiera hecho la solicitud en Twitter posiblemente nada habría pasado. Nos enorgullece haber sido los instrumentos para que esto se concretara, y por eso agradecemos a la comunidad twittera del país. #muchasgracias!

viernes, 12 de febrero de 2010

Don José Joaquín es el culpable

Tenía cinco años y sin embargo recuerdo todo lo que pasó ese día con claridad. En realidad recuerdo dos momentos específicos de ese domingo 6 de febrero de 1966. Uno, el estar despierto a las 5 de la mañana, sentado en el filo de la acera, esperando que vinieran a recoger a mi papá para empezar a trabajar. Me llamó la atención la cantidad de gente que andaba en la calle a esa hora, la mayoría uniformada y ondeando banderas, recién bañados y con un entusiasmo que contrastaba con el mal humor de mis hermanas, que no entendían qué demonios hacían despiertas a esa hora. Cuando pregunté qué era lo que pasaba, mi papá me dijo muy serio: "hoy son las elecciones".

Las semanas anteriores había notado la ausencia de mi papá, que salía desde la mañana y volvía tarde en la noche, aun cuando estábamos de vacaciones y él, profesor del Liceo José Martí en Puntarenas, debería haber estado descansando en su casa en vez de, oí por primera vez la expresión sin saber que años después yo pasaría mucho tiempo dedicado a lo mismo, "andar de gira". Mi mamá me explicó que él "estaba metido en política", y que estaba trabajando para que su candidato ganara las elecciones. A mí me intrigó profundamente que alguien que trabajaba todo el año como lo hacía él, dedicara sus vacaciones a trabajar aun más. Algo debería tener esto de andar "metido en política" para que actuara de esa manera.

A las 6 o 7 de la noche de ese domingo mi papá llegó a la casa con un grupo de copartidarios para esperar el resultado de las elecciones. El recuento se hacía por la radio, y a partir de mas o menos las 8 o 9 de la noche, empezaba una larguísima letanía en donde algún anónimo funcionario del TSE leía uno a uno los telegramas con los resultados de cada mesa, en un tono monocromo que denotaba una ausencia de emoción que contrastaba enormemente con las explosiones de júbilo que algunos datos provocaban en el grupo que en mi casa ansiosamente interpretaba cada anuncio, y trataba de vislumbrar un posible resultado final.

A mí toda la situación me pareció fascinante. La intensidad reinante esa noche porteña de verano es algo que me marcó para toda la vida. Y nadie parecía preocupado de que un mocoso de 5 años estuviera despierto a las 10 de la noche, lo que le agregó un aire de fiesta a ese día que hasta hoy sigo experimentando.

Pero finalmente me quedé dormido, arrullado por las especulaciones que provocaba cada mesa leída, y las periódicas explosiones de alegría que los resultados positivos provocaban en los amigos de mi papá.

Para mi gran sorpresa, al despertarme a la mañana siguiente, a eso de las 6, prácticamente todo el grupo que había llegado a mi casa, casi doce horas antes, todavía se encontraba ahí. Ya la lectura de resultados por la radio había terminado, y ahora imperaba en la casa un ambiente de cansada alegría. Contra todos los pronósticos, Don José Joaquín Trejos Fernández había ganado por un margen ínfimo las elecciones, y se proclamaba Presidente de Costa Rica.

No tenía edad para comprenderlo, y me tomó mucho tiempo entender cómo era posible que una actividad que se llevaba a cabo al margen de las obligaciones cotidianas podía llevar a un grupo de personas, como el que estaba esa mañana de febrero en la fresca sala de mi casa porteña, a pasar semanas completas trabajando 18 o 19 horas diarias, para rematar con una noche en blanco a la espera de un resultado que en realidad no les iba beneficiar de manera directa. Pero finalmente lo entendí, al punto que desde esa época he estado involucrado de alguna u otra manera a la actividad política.

Por culpa de don José Joaquín es que terminé metido en política. Después descubrí el placer del servicio público y la pasión de la discusión política. Pero el detonante fue esa noche mágica en la que Cielito Lindo se convirtió en Presidente. Muchas gracias don José Joaquín.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Ciudadanos intimidados

Cuatro días para las elecciones. Nadie lo creería viendo los carros en la calle. De cada 100 carros, solo cuatro o cinco llevan banderas o calcomanías que proclaman una preferencia política. ¿Por qué ya nadie se identifica con un partido político o candidato? ¿Por qué los costarricenses han hecho de su filiación política algo íntimo, que no quieren compartir con nadie?

Varios factores confluyen. Primero, durante muchos años nos bombardearon con un discurso deslegitimador del Estado y de lo público, atribuyéndole a la iniciativa individual un valor supremo. El debilitamiento del sentido y pertinencia de lo colectivo incide directamente en el ámbito político, en tanto es en este donde se debaten, negocian y forjan los proyectos comunes. Segundo, el discurso de denuncia de la corrupción, que en primera instancia recogió el clamor popular que exige una ética rigurosa en el ejercicio del poder ha degenerado, por haber sido efectivo en producir apoyos electorales, en un cuestionamiento sistemático y absoluto de toda instancia de poder-por lo menos hasta que quienes sostienen esta posición no ocupen estos espacios-, haciendo de la generalización no una excepción como exigiría la diversidad de sociedades cada vez más complejas, sino una forma común de desvirtuar cualquier discurso que se oponga al que sostienen quienes se asumen moralmente superiores. En este mundo, que para algunos ni siquiera es blanco y negro, sino todo negro, no existen verdades legítimas de ninguna índole.

Tercero, la ocupación del espacio público del debate por parte de sectores cada vez más intransigentes, dogmáticos y fanáticos aleja al ciudadano común, que prefiere no involucrarse en la lluvia de insultos que termina siendo cualquier intento intercambio de ideas.

Por ultimo, y como consecuencia de todo lo anterior, el descrédito de lo político y de sus instituciones ha derivado en una desproporcionada influencia del papel de la prensa, actor incontestado que no siempre abre espacios para la exposición de puntos de vista contrarios a los sostenidos en su línea editorial. Una cobertura usualmente desequilibrada de los hechos públicos refuerza su carácter negativo y por ende de lo colectivo, agudizando este proceso de disociación y de satanización de lo político.

Ante este panorama, es de esperarse que nadie quiera "destaparse" y mostrar su simpatía política, porque en el ambiente actual eso puede resultar en que se le llame corrupto, fascista o talibán. La militancia política solo puede explicarse, según lo que parece ahora ser el discurso políticamente correcto, en la lógica de los intereses personales -¿detrás de cuál puesto, beca, bono o ayuda andará ese que puso una bandera en su casa?-, nunca por razones positivas. Entonces, ¿para qué exponerse al escarnio y el insulto?. Mejor quedarse callado e ir, mayoritariamente por sus propios medios, a emitir su voto, y es solo en la intimidad de la urna que por fin la ciudadanía decide manifestarse. Y para rematar, cuando los resultados se producen, este ciudadano y ciudadana tiene que soportar los sesudos análisis sobre el comportamiento de...¡los abstencionistas!.

Tenemos que hacer un esfuerzo por recuperar la política como actividad social válida. Es en ese espacio en el que podemos empezar a forjar los acuerdos que requerimos para avanzar como sociedad. Si seguimos por el camino que hemos venido transitando, de seguro no vamos a llegar a ninguna parte.

martes, 2 de febrero de 2010

La encuesta de "37 estudiantes de Estadística de la UCR", y la intolerancia

Desde hace días anda circulando por la red la información de una (o dos o tres o cuatro) encuesta realizada por "37 estudiantes de estadística", con una muestra de cinco mil y pico de personas, que produce resultados dramáticamente diferentes a los que han venido mostrando otras encuestas. Se me ocurrió en el Facebook cuestionar la veracidad de esta supuesta encuesta, di las razones por las cuales no creo en ella y en respuesta, y durante los siguientes dos días,se me ha acusado de lo siguiente:

- Envenenado
- Ser "esclavo de los Arias"
- Con necesidad de "reinventarme"
- Vagabundo
- Tener tendencias autoritarias
- Tener el "el seso frito"
- Estar cegado por el poder
- Antidemocrático
- Ser un "Ministrillo politiquero"
- "Bufón pachuco"
- Fanático
- De haber "dormitado tres años en una torre de marfil"
- Estar ofuscado porque "se me está acabando la teta"
- Al publicar yo la nueva encuesta de la Escuela de Estadística se me invita a "no comprometerme más en estos foros" para que no me pase lo mismo que le pasó a Kevin Casas (¿conseguir un buen trabajo en una renombrada institución académica internacional? ;-))
- Olvidar que los cargos como el que ocupo actualmente son pasajeros

Y todo esto solo porque me atreví a cuestionar una encuesta que nadie sabe de dónde salió (la Escuela de Estadística de la UCR ha solicitado que no se le asocie con ese rumor, así como la Asociación de Estudiantes de dicha Escuela), no se proporciona la ficha metodológica, no se nombran responsables, en fin, una de las tantas "encuestas" que suelen aparecer al final de una campaña política, y que no tienen ningún sustento. Con esta encuesta en particular se invoca el nombre de la UCR para tratar de darle un tinte de seriedad al rumor, y a partir de esto se pretende que hagamos un acto de fe y aceptemos por buenos, reales, honestos y verdaderos los resultados que se mencionan.

Pero cuando alguien se atreve a cuestionar por razones de índole metodológico una fabricación tan evidente, el resultado no es el debate riguroso, sino la descalificación personal y la amenaza velada, en suma, la intolerancia dogmática que parte de la premisa de que quien no piensa de una forma es todo lo que se me ha acusado a mí que soy. Ni modo. A mí no me afectan los insultos, pero es una lástima que el debate se degrade de esta forma. Ojalá que podamos recuperar ese espacio para que el intercambio público sea una actividad apasionada pero respetuosa, llena de convicción pero tolerante. Es lo menos que se merece este país.