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martes, 31 de enero de 2012

¿Liderazgo inédito, calificación negativa?

La gente siempre se me queda viendo raro cuando hablo de un estilo de liderazgo inédito en este gobierno como una de las razones por las cuales se califica negativamente a la administración. Les suena a excusa, a elucubración académica para ocultar carencias. Y de pronto me doy cuenta que nunca he expresado con claridad a qué me refiero cuando digo eso. Voy a intentarlo, a sabiendas que cualquier reflexión de este tipo es normalmente desestimada ad portas, como pasa siempre que uno trata de explicar algo para lo que muchos ya tienen una única e inconmovible explicación.

Yo sostengo que la Presidenta Chinchilla es inédita no tanto por el hecho de que sea mujer, sino porque es la primera persona que ocupa la Presidencia de la República proveniente de esos hogares de clase media que creó el proyecto político dominante de la Segunda República. Antes de ella habíamos tenido representantes de lo que yo llamaría la oligarquía liberal-progresista, de los estratos populares, y de las familias políticas. Doña Laura es, en este sentido, representante de un segmento social que no había tenido acceso a la Presidencia hasta ahora, pero que además tiene una visión diferente, a partir de coyunturas familiares y sociales particulares, de su responsabilidad como Presidenta, así como de su concepción del poder público.

Y cómo, me preguntarán, se manifiesta esa visión particular? La respuesta abarca muchos aspectos, desde la forma en que se establecen relaciones y métodos de trabajo (menos jerárquicos, mas colaborativos), hasta la ética de trabajo (cuál es la responsabilidad que se tiene y cuánto tiempo debo dedicar a cumplirla). De estas diferencias se derivan hechos concretos que afectan de alguna manera la percepción de la gente sobre la labor de gobierno. Por ejemplo, al momento de aplicar recortes presupuestarios como parte de los esfuerzos que se han venido dando de cara a la situación fiscal, la Presidencia tomó la decisión de recortar dramáticamente su presupuesto para información. Esto, que puede parecer una decisión normal y consecuente, no ha sido la práctica habitual en los gobiernos anteriores, los que normalmente preservaban recursos para información aun en entornos presupuestarios limitados.

Este es un ejemplo de una decisión basada en un sentido de responsabilidad muy propio de la Presidenta, que desestima valoraciones políticas en materia de imagen o popularidad, y que pone la consistencia como premisa básica para su acción pública. Ojo que no califico cada forma de actuar como buena o mala, simplemente quiero dejar claro que hay diferentes formas de reaccionar ante escenarios similares. Y cada una tiene repercusiones igualmente diferentes.

Para este gobierno por ejemplo, lo anterior tuvo consecuencias directas sobre la habilidad de poder informar a la poblacion de las cosas que está haciendo el Gobierno. Restringida la posibilidad de comunicarse de manera tradicional, verbigracia pagando pauta en medios, apostamos el año pasado a la organización de actividades con presencia de la Presidenta, por ejemplo sobre Red de Cuido y seguridad ciudadana, para que a través de los medios pudiéramos informarle a la gente sobre los avances en estos dos campos. Pero normalmente los medios acuden a estas actividades para buscar declaraciones de la Presidenta sobre los temas que les resultan de interés coyuntural y aunque informan de las actividades lo hacen frecuentemente de manera tangencial. Esto por supuesto no es culpa de los medios, pero ante esto habrá que pensar formas adicionales para poder cumplir con la obligación que se tiene de rendir cuentas.

Así como este, hay otros ámbitos del ejercicio del poder que están marcados por esta visión inédita. Por supuesto que esto no alcanza para explicar por sí sola la calificación que le da la gente al Gobierno, pero sigo considerando que es un factor que debe valorarse.

jueves, 12 de enero de 2012

Todos los que no piensan como yo son unos...

Por supuesto que no voy a terminar esa frase. Primero porque nunca he creido que se pueda generalizar, la realidad siempre es tan compleja que no admite simplificaciones como las implícitas en una generalización. Pero además, y sobre todo, porque tengo un cargo que me impone ciertos estándares de conducta. Uno de ellos es cuidar lo que digo y dónde lo digo.

En general, en la vida tenemos responsabilidades que definen de alguna manera la forma en que debemos llevar nuestras cosas en diferentes etapas, tanto en el campo profesional como en el personal. Y por eso he visto con alguna preocupación como algunos comunicadores/analistas suelen expresarse en redes sociales de manera que considero inapropiada para quienes que tienen una obligación de objetividad ante la ciudadanía. Una cosa es el cuestionamiento de las políticas públicas y su ejecución, así como la valoración de la actuación de los responsables de su implementación; otra la generalización y los juicios de valor que en muchos casos denota un desconocimiento de la realidad política e institucional de nuestro país. Por supuesto que todos tenemos derecho a tener una opinión, pero quienes tenemos responsabilidades públicas (y los comunicadores/analistas las tienen), debemos procurar no solo ser mesurados y rigurosos, sino evitar caer en la generalización fácil, la chota, y en expresiones que puedan ser irrespetuosas o que puedan afectar nuestras relaciones profesionales y nuestra credibilidad.

Respeto, mesura, rigor y discreción no están en contradicción con acuciosidad, independencia de criterio y sentido crítico.