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miércoles, 8 de mayo de 2013

Terminación por mutuo acuerdo de la concesión San José-San Ramón

Dado que parece haber alguna confusión respecto al proceso de terminación del contrato de concesión San José-San Ramón, quisiera explicar qué es lo que se está haciendo y qué es lo que vamos a hacer para cumplir con la directriz de la Presidenta de la República.

Lo primero es entender que el anuncio hecho en cadena nacional el pasado 22 de abril lo que hace es iniciar un proceso que finalizará con la terminación del contrato por mutuo acuerdo. Expresa una voluntad política, que debe ser concretada dentro del ordenamiento jurídico, por las autoridades legalmente competetentes, en este caso, el Consejo Nacional de Concesiones. No podía la Presidenta en ese momento haber firmado una finalización por mutuo acuerdo, pues existe un procedimiento para esto que esta definido por ley, y que debe ser estrictamente respetado.

Incluso el anuncio hecho en la cadena en mencion no era suficiente, en el entorno legalista de nuestra administración pública, para que la denominada administración concedente, el CNC, comenzara actuar. Se requirió una nota oficial de la Presidencia para que la Junta Directiva del CNC tomara su primer acuerdo, que fue precisamente el de acoger la solicitud de la Presidenta, y solicitar al Departamento Legal del Consejo que indicara cual era el procedimiento legal para, como primer paso, notificar a la empresa de la decisión de la Presidenta.

Una vez que se tuvo la recomendación del Departamento Legal, el jueves 2 de mayo se procedió a notificar al concesionario la suspensión del contrato por un plazo de 60 días, en el que confiamos se pueda alcanzar un acuerdo definitivo.

Con la respuesta de la empresa -que no ha sido conocida todavia de manera oficial-, lo que seguiría es definir la forma en que se trabajará para concretar la terminación del contrato por mutuo acuerdo, lo que requerirá de la discusión de aspectos legales, técnicos y financieros.

La responsabilidad de representar al Estado en esa fase le corresponderá al personal profesional del Consejo Nacional de Concesiones que se designe en el momento en que se defina la metodología de trabajo que se va a utilizar para elaborar este acuerdo. La Junta Directiva acordó además reforzar a este grupo de funcionarios de planta contratando empresas o profesionales que apoyen el trabajo del Consejo según se requiera, así como solicitar la colaboración de diversas instancias del Estado cuando fuese necesario y en función de los temas que vayan surgiendo en la discusión. Vale la pena mencionar que hasta el momento no se ha realizado ninguna contratación, pero cuando se considere necesario hacer alguna, se utilizarán los mecanismos de contratación propios de la administración pública, lo que incluye por supuesto concursos públicos abiertos y transparentes.

Es al final de este proceso que se tendrá un documento con toda los requisitos legales para poder dar por terminado el contrato de concesión. Mientras llegamos a este punto, el contrato se encuentra suspendido, lo que significa que se releva de las responsabilidades que le imponía el contrato a la concesionaria, la que por supuesto suspende toda operación en la carretera.

Este es el proceso a grandes rasgos. Por ser la primera vez que se hace esto en el país, queremos hacerlo con mucho cuidado, en estricto apego a las leyes y de manera transparente. Algo así requiere una gran mesura, paciencia y rigor. La clave es trabajar sin pausa, pero con mucho cuidado, para obtener el mejor resultado posible. En eso estaremos.

domingo, 5 de mayo de 2013

El borrachito de la cédula


Teníamos tal vez 19 o 20 años aquella madrugada en que un grupo de amigos veníamos caminando del entonces popular bar “La Caracas”, lugar que habitualmente era la parada final de una noche de tragos y que quedaba a 100 metros al oeste de la Iglesia de Santa Teresita, famoso por su boca de "chucitos". Eran alrededor de las 3 de la mañana, tal vez un poco mas tarde, cuando nos topamos un operativo policial en donde allanaban una casa en Barrio Escalante. Uno de mis amigos, en ese momento estudiante de segundo año de derecho, y probablemente deseoso de mostrar en todo momento su respeto por el ordenamiento jurídico que ahora estudiaba y -hay que decirlo-, un poco intoxicado por la larga noche de tragos, sacó a duras penas su cédula de la billetera y con un gesto dramático, que denotaba, por lo menos creía él, su respeto a la ley, se acercó a uno de los policías y blandiendo su cédula le pidió a un oficial que verificara su identidad. El policía, mas preocupado por el desarrollo del operativo, lo miró con una expresión incrédula, probablemente sorprendido por lo inoportuno de la solicitud. Pese a esto, el oficial agradeció el gesto de mi amigo, diciéndole que en ese momento no era necesario, y le mandó mas bien a retirarse.

Mi amigo no pudo ocultar su desazón por la respuesta del policía, pero no iba a dejar que eso le impidiera cumplir con lo que percibía como su ineludible obligación legal. Citando algunos artículos de códigos innombrables, siguió atosigando al policía para que le aceptara la cédula y comprobara no solo su identidad, sino además lo buen ciudadano que era, obediente y temeroso de las leyes que ahora empezaba a conocer. El oficial fue pasando de la incredulidad risueña a la impaciencia apenas contenida, y después de varios minutos de inútil discusión con mi amigo se volvió hacia nosotros y notoriamente disgustado nos gritó “¡llévense al borrachito de la cédula!”.

Cierta gente en redes sociales me recuerda al borrachito de la cédula. Al igual que mi amigo hace treinta y tantos años, andan con la cédula de las ideas trasnochadas y los insultos esperando discusiones en RRSS en las que desesperadamente quieren ser incluidos aun cuando no aporten nada mas que frases vacías, golpes de efecto o simplemente ofensas o injurias. Gente que no hace propuestas, muchas veces porque no las tiene, pero en otras porque sabe que su pensamiento radical es rechazado mayoritariamente. Entonces lo que queda es atosigar para llamar la atención, citar artículos de códigos innombrables y tratar de hacer escándalos en donde no los hay. Son los borrachitos de la cédula de las RRSS. Todos sabemos quienes son. Y hasta deberían tener una etiqueta propia (¿#BDLC?).

Por cierto que mi amigo finalmente terminó siendo un abogado exitoso y respetado con el que me reúno frecuentemente a recordar las peripecias de nuestra juventud. Siempre ha insistido que el episodio de la cédula no es cierto. Pero lo que pasa es que no se acuerda. ¿O será que no quiere acordarse?